miércoles, 3 de julio de 2002



Ejemplo de académicos

VALENTÍN GARCÍA YEBRA, de la Real Academia Española

Recibo en el campo, aquí en El Bierzo, la triste noticia de la muerte de Emilio Lorenzo. Hace tantos años que lo conocí y nos hicimos amigos que no podría fijar con exactitud la fecha inicial de nuestra relación.

Cuando se fundó el Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores en la Universidad Complutense de Madrid, siendo rector mi paisano y amigo Angel González Álvarez, Emilio Lorenzo fue nombrado, a propuesta mía, director del nuevo centro de investigación y enseñanza de la Traducción que ya había estado a punto de crearse años antes en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, cuando Ángel González Alvarez era secretario general de esta institución. Yo colaboré con Emilio Lorenzo como subdirector del nuevo organismo y como profesor de Teoría de la Traducción en las dos etapas en las que fue director.

A partir de enero de 1985, cuando ingresé en la Real Academia Española, donde él estaba ya desde un par de años antes, participamos juntos en varias comisiónes de trabajo. Fue siempre ejemplar en la asistencia a la Academia, y uno de los que más intensamente colaboraron en las tareas propias de la Corporación.

Su vida intelectual se extendió, antes y después de su ingreso en la Academia, por campos más extensos que los que podían cultivarse desde ella. Fruto de su trabajo fueron, entre otras obras, los varios libros dedicados a la relación entre el inglés y el español, tema en el que fue sin duda uno de los investigadores más destacados. Su obra principal en este terreno, y sin duda la más ampliamente difundida, fue «El español del hoy, lengua en ebullición», prologada por Dámaso Alonso.

La desaparición de Emilio Lorenzo es un golpe muy duro para la Academia, en la que fue siempre un ejemplo de asiduidad en el trabajo y de profundo interés por los temas lingüísticos relacionados con la Institución.