Boletín de Puerto Seguro


Año XXXV, 2012
Nº 172. Junio



Vídeo




Esa noche

Esa noche da igual cómo la queráis llamar; da igual si estáis celebrando San Juan, el solsticio de verano, la paga extraordinaria, el fin de las clases, el principio de las vacaciones... ¡qué sé yo!. El caso es que si teníamos algo que celebrar, antes ya tuvimos las ganas de hacerlo; y con un poco de hablarlo, un poco de improvisarlo, y los que se pusieron a trabajarlo, acabamos viviendo una noche agradable, divertida y mágica, de esas que salen de vez en cuando.

Pero sobretodo fue la noche en que dos personas vivieron su gran amor.

Llevaban en el pueblo unos días, invitados por Felicitas y Paloma, pero no se habían prodigado mucho; no podemos decir que fueran tímidos (quizá todo lo contrario) pero si bastante callados.. La noche anterior a SU noche, nos visitaron en el local de la Asociación Cultural Fuente Nueva, cenaron con nosotros, y los vimos tan enamorados que los dejamos allí arriba en el balcón, para que hablaran de sus cosas. Los más madrugadores del pueblo dijeron que allá seguían por la mañana, y durante todo el día la pareja vio desde su balcón cómo unos traían arena, otros tomillo... y al caer la noche, cómo pusimos mesas en el centro de la plaza, y cómo se iba reuniendo la gente. Entonces la pareja bajó a compartir mesa con nosotros , hasta las rosquillas de Felicitas –buenísimas- y el chocolate de Paloma, que hubo para todos.

Con la música de nuestros tamborileros empezaron a animarse, especialmente el Tío Celedonio con Quini, que se ve conocía la pareja de antiguo y se llevaron una gran alegría al verse...

A la medianoche se encendió la hoguera, y el olor del tomillo perfumó toda la plaza: Los más atrevidos saltaron una y otra vez entre las llamas, unos para purificarse el espíritu de los malos sentimientos, como decían los antiguos, otros para chamuscarse los pelos y la ropa, como dirían las madres, mientras los Celedonios se arrimaban cada vez más con sus sillas al fuego para vernos.

Ellos sólo saltaron la hoguera una vez, con sus sillas y todo; y entre las llamas los vimos desaparecer, quién sabe si para siempre.

Pero sus almas debían ser tan puras, que al día siguiente en la hoguera no encontré ni un resto; sólo la ceniza finísima y la arena sorprendentemente perfumada...


Texto: Luis Hernández Hernández
Foto: Asociación Cultural "Fuente Nueva"